Jaque mate a la Heterodoxia II

Si un extranjero, con conocimientos básicos de economía monetaria e inflación, visitara nuestro país, le resultaría sorprendente las airadas descalificaciones que recibe la Universidad de Chicago, el Monetarismo y Milton Friedman, por parte de las más diversas personalidades de la vida pública que va, desde gran parte de los economistas profesionales (heterodoxos) hasta las más diversas personas populares con una carencia total de conocimientos de economía en general y en temas monetarios en particular.

Si bien, tal como señalara Murray Rothbard: “no es un crimen ser un ignorante en economía, que es, después de todo, una disciplina especializada… si es totalmente irresponsable tener una opinión radical y vociferante en dichos temas mientras se está en ese estado de ignorancia . Sin embargo, lo más sorprendente es que lo que afirman los economistas heterodoxos, detrás de un lenguaje florido y aparentemente sofisticado, son proposiciones absolutamente disparatadas que son peores a las que podría tener un ciudadano medio no economista y más aún si ese ciudadano tiene más de cincuenta años que ha tenido que soportar por lo menos dos hiperinflaciones.

Acorde a dicha ignorancia, los heterodoxos niegan la naturaleza monetaria de la inflación (aún cuando no han podido probar la existencia de la misma en una economía de trueque) y responsabilizan de ella a factores no monetarios tales como:

(i) la puja distributiva,

(ii) los costos, lo cual incluye salarios, beneficios y precios de bienes intermedios,

(iii) los cambios en los precios internacionales y saltos en el tipo de cambio,

(iv) factores inerciales y

(v) las expectativas.

Todo un combo diseñado en favor de políticos estafadores y corruptos para esconder su responsabilidad en dicho proceso. Por ello no sorprende que los políticos adoren a los economistas heterodoxos, ya que son los que les avalan sus sueños más delirantes y si el resultado no es el esperado les ofrecen un amplio menú de posibles culpables.

Sin embargo, a pesar de la continua cadena de fracasos de los heterodoxos en la lucha contra la inflación, fruto de sus inconsistencias teóricas y empíricas, se le debe sumar a ello un brutal desconocimiento de las premisas monetarias, por lo cual suelen afirmas disparates tales como:

(i) durante la crisis Sub-Prime la FED triplicó la cantidad de dinero y la inflación nunca subió y

(ii) Argentina hoy no emite un peso y la inflación es del 55%.

Por lo tanto, previo a explicar estas dos supuestas fallas de la teoría monetarista resulta apropiado hacer una síntesis de las principales consignas monetaristas (conferencia de Milton Friedman en el Ciclo Wincot pronunciado en la Senate House de la Universidad de Londres 16/06/1970) que obviamente los heterodoxos demuestran desconocer:

  •  Hay una relación coherente, aunque no precisa, entre el crecimiento de la cantidad de dinero y la tasa de crecimiento del ingreso nominal.
  • Esta relación no se hace evidente a simple vista porque los cambios en el crecimiento monetario tardan en afectar el ingreso.
  • En promedio, un cambio en la tasa de crecimiento monetario produce un cambio en el ingreso nominal entre 6 y 9 meses más tarde.
  • Los cambios en la tasa de crecimiento del ingreso nominal normalmente se reflejan antes en la producción que en los precios.
  • En promedio, el efecto sobre los precios viene entre 6 y 9 meses después del efecto sobre los ingresos y la producción, así que la demora total entre un cambio en el crecimiento monetario y un cambio en la tasa de inflación es en promedio entre 12 y 18 meses. De aquí es que Friedman sostiene que una escalada inflacionaria no puede ser detenida de la noche a la mañana.
  • Incluso aún teniendo en cuenta la demora en el efecto del crecimiento monetario, la relación está lejos de ser perfecta. Los cambios en el corto plazo no son proporcionales.
  • En el corto plazo, que puede ser de cinco a diez años, los cambios en la tasa de crecimiento monetario afectan principalmente a la producción. A su vez, medido en décadas, la tasa de crecimiento monetario afecta en su inmensa mayoría a los precios.
  • De las proposiciones precedentes se deduce que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario en el sentido de que es y sólo puede ser producida por un aumento más rápido de la cantidad ofrecida de dinero que la demanda del mismo (que ante una demanda estable respecto al PIB se mueve con la producción).

Así, en función de dichas premisas es posible analizar lo que ha ocurrido en los Estados Unidos durante la crisis Sub-Prime y lo que ocurre actualmente con la tasa de inflación hoy en Argentina.

Tal como ocurriera durante la Crisis de 1929-33, la crisis Sub-Prime disparó un fuerte aumento en el grado de aversión al riesgo, lo cual tuvo como contrapartida un fuerte incremento en la demanda de títulos emitidos por el sector público americano, esto es dinero y bonos. Consecuentemente, mientras se abrían los spreads entre los títulos públicos y privados por el cambio de tenencias en los portafolios, el fuerte aumento de la demanda de dinero generaba un estrepitosa caída en la velocidad de circulación, lo cual deprimía la demanda de bienes, ajustando en parte por la vía de los precios y en parte por ajustes de cantidades (fenómeno natural asociado a la relativa lentitud del mercado de bienes respecto a los mercados financieros) traduciendo las caídas del producto en un abrupto aumento de la tasa de desempleo.

El gráfico deja de manifiesto no solo la gravedad de la crisis sino también las similitudes con la Gran Depresión. En este sentido, mientras que durante la Crisis del 29-33 la velocidad cayó casi a la mitad, en la última crisis la caída de la velocidad fue de un 75%.

Así, la demanda de bienes llegó a retraerse casi un 10%, mientras que la inflación pasó de una tasa positiva del 4% a una negativa del 1%. Es más, en términos de inflación, si en lugar de tomarse el registro anual se tomara períodos más cortos anualizados, como ser seis, cuatro y tres meses, hay momentos en que la deflación supera el 10%.

Naturalmente, en este contexto en el que tanto el consumo como la inversión se desplomaban, ya sea por el aumento en el grado de aversión al riesgo como por el aumento de tasas que enfrentaba el sector privado (al tiempo que se cerraba el crédito), se gestaba un exceso de oferta en el mercado de bienes que derramó sobre el mercado de trabajo, por lo que la tasa de desempleo pasó de un nivel del 5,2% a un nivel del 10,2%. La simple inspección del gráfico, a la luz de lo que fue la Gran Depresión, deja en claro que la situación que enfrentó Bernanke ha sido mucho más complicada que la de su par de aquellos tiempos Harrison.

Sin embargo, a diferencia de lo que sucedió durante 1929-1933, Bernanke, un gran economista monetario (experto en lo ocurrido durante la Gran Depresión de 1929-33), se nutrió de una mayor cantidad de instrumentos que Harrison para hacer frente a la situación:

(i) la propia experiencia de la Gran Depresión,

(ii) mejor calidad de la información y

(iii) la obra de Friedman & Schwartz que sacaron al mundo de la oscuridad keynesiana sobre el fenómeno en cuestión.

De este modo, Ben Bernanke buscó estabilizar el ingreso nominal emitiendo todo el dinero que fuera requerido por los agentes (dado el sistema de metas de inflación vía tasa de interés - dinero endógeno) y es por ello aun triplicando la cantidad ofrecida de dinero por la FED, dada la mayor demanda de dinero frente al pánico, el mercado monetario quedó equilibrado y por ende no sólo que no hubo inflación, sino que se evitó una depresión aún peor que la de 1929-1933.

Respecto al caso argentino, afirmar que hoy la base monetaria está constante y la inflación está en torno al 55% implica que la premisa monetarista no funciona es indigna, aún hasta para un infante con capacidades especiales

Por último, respecto al caso argentino, afirmar que hoy la base monetaria está constante y la inflación está en torno al 55% implica que la premisa monetarista no funciona es indigna, aún hasta para un infante con capacidades especiales. Así, luego del colapso monetario de 2018, una vez fijada la cantidad de dinero habría que esperar por lo menos 18 meses hasta que comiencen a verse los efectos en la tasa de inflación.

Por otra parte, el BCRA ha esterilizado pesos vía LELIQs por las que no sólo paga tasas en torno al 55%-60%, sino que fruto de ello los pasivos monetarios crecen por encima del 3% mensual. De este modo, bajo la hipótesis de que los agentes forman sus expectativas racionalmente, el índice de precios a futuro (momento al que se desarmen las LELIQs) es más alto, y dado que la inflación esperada es la pendiente entre los precios esperados en el futuro y los presentes, la inflación esperada es más alta y por ello la tasa de inflación presente no cede.

Por lo tanto, lo ocurrido durante la crisis Sub-Prime y en la coyuntura monetaria presente de Argentina está perfectamente encuadrado en el marco monetarista. No es problema del monetarismo que los heterodoxos locales no lo sepan.

¡MATE!

 

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