El punto débil que hizo que Chile "exploté" también lo tiene Argentina: cómo se puede evitar

El economista chileno explicó cuál es el punto flaco de la economía regional. Qué solución propone y qué pueda aprender la Argentina.

Desde hace un tiempo la economía chilena está pasando por un momento complejo. Sin embargo, antes del estallido de protestas sociales, se lo consideraba un país muy próspero desde lo económico y un ejemplo a seguir para la Argentina. Sin embargo, un economista chileno salió al cruce de esa afirmación y explicó lo que realmente esconde el "milagro chileno".

"Si la economía chilena fuese un poeta, sería uno que conoce pocas palabras. Estas palabras le permitirían describir cómo extraer minerales o administrar supermercados, pero no cómo diseñar aeroplanos, videojuegos o medicamentos", explicó en un reciente artículo el físico Cesar A. Hidalgo. "En esta analogía, los países desarrollados son poetas con vocabularios amplios. Poetas capaces de escribir sonetos simples, pero también poemas épicos. ¿Podemos usar esta oportunidad para expandir nuestro vocabulario? ¿Para entrar a los sectores que le permitirán a la economía chilena generar los trabajos dignos que requiere?", se preguntó.

Según este investigador, enfocado en sistemas complejos y crecimiento económico, actualmente Chile tiene "una economía primitiva y estática, concentrada en pocos sectores y pocas manos. Esta crisis nos obliga a repensar la economía chilena. Por un lado, necesitamos financiar la agenda social que Chile requiere. Por el otro, necesitamos una economía que sea digna de manera orgánica".

"Dos conceptos claves en la nueva literatura del desarrollo son las ideas de la complejidad económica y el espacio de productos. Ambos explican la riqueza o el estancamiento de las economías. Llevados a los datos, estos conceptos muestran que Chile necesitará entrar a nuevos sectores si quiere alcanzar el desarrollo. En lenguaje técnico, Chile debe acelerar su transformación estructural. En la analogía del poeta, Chile necesita nuevas palabras", explico el autor en su columna en La Tercera.

El académico explica que la complejidad económica es responder a la pregunta de qué produce un país y qué tan difícil es hacerlo. Los líderes mundiales en complejidad económica son Japón, Suiza, Alemania, Singapur, Suecia y Corea del Sur. No son necesariamente los países con mas PBI, un indicador de prosperidad que el autor critica, entre los que están Kuwait o Qatar (en el segundo grupo).

 El autor afirma que hacia esos modelos debe virar Chile. "Este tipo de economía permite crear una clase media amplia, trabajando en labores creativas y productivas a un alto nivel de destreza y calidad. Las economías complejas son las que alcanzan de manera simultánea la riqueza, la baja desigualdad y las instituciones inclusivas que añoramos en Chile", dijo. La otra cara de la moneda son las economías prósperas en riqueza pero de baja complejidad, que promueven las instituciones estancas y la desigualdad.

La complejidad económica es fuertemente predictiva del crecimiento económico, especialmente a mediano plazo (10 a 20 años). Esto es porque las economías “convergen al nivel de ingreso de las economías con las que son capaces de competir.

 

 

"En el año 70, Corea del Sur tenía un ingreso per cápita que era menos de un tercio del chileno. En ese mismo año, Corea rankeaba 29 en complejidad económica, cerca de Portugal, Israel y Polonia. En el mismo año, Chile rankeaba 59, cerca de República Dominicana y Vietnam. Eso ya implicaba un salto de Corea sobre Chile", ilustra Hidalgo.

El autor, finalmente, hace una reflexión en voz alta. "¿En qué fallamos? Por un lado, Chile ha tenido algunos esfuerzos estratégicos. Corfo es una agencia reconocida en la región por sus proyectos en sectores tecnológicos y culturales. Pero, por otro lado, tenemos 50 años de gobiernos mezquinos en su apoyo a la ciencia y la tecnología, un sector privado extremadamente conservador, y una población muy desinformada sobre los procesos de desarrollo económico". Para el académico, la verdadera forma de combatir la desigualdad es "la redistribución de la riqueza con mejores empleos, como los que demandan los sectores más complejos de la economía global. Sin la transformación estructural, cualquier esfuerzo de redistribución, que se base solo en lo político, será insuficiente".

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