I+D y tecnología: las claves para impulsar la economía del conocimiento

A pesar del bajo nivel de inversión en Investigación y Desarrollo, distintas industrias reconocen el papel fundamental de la ciencia y la tecnología para mejorar la competitividad y la calidad de los productos y servicios ofrecidos.

La investigación básica y aplicada y el desarrollo experimental juegan un papel clave para empujar la economía. Así lo reconoce el llamado "Manual de Frascati", la guía que desde 1963 maneja la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), para resaltar el rol de la ciencia y la tecnología en el desempeño económico de un país. Adquisición de nuevos conocimientos, producción de nuevos dispositivos y mejoras de los procesos existentes son algunas de las cuestiones que tiene en cuenta el organismo internacional en este aspecto.

La Argentina aspira a ser parte de la OCDE y, sin embargo, la inversión en investigación y desarrollo (I+D) todavía está muy lejos de ser similar a la de los integrantes de ese grupo. Los últimos datos sobre este punto datan de 2014. En ese momento, el país destinaba a I+D el 0,6% del Producto Bruto Interno (PBI), lo que lo ubicaba en el puesto 57 entre los 135 relevados por la Unesco. Israel, el que más fondos aportaba a este segmento, invertía el 4,27%.

También es significativo el origen de los fondos destinados a I+D. Según la Red Iberoamericana de Ciencia y Tecnología, el gobierno argentino era en 2015 -el último año con datos- la fuente del 76,39% de las inversiones.  En tanto, el 17,22% provenían del ámbito empresarial, tanto público como privado, y apenas un 3% del exterior.

Pero los indicadores relacionados con la inversión en I+D no solo permiten medir los esfuerzos de los sectores públicos y privados en intentar ser competitivos a través de mejoras en ciencia y tecnología. También brindan un panorama de cuáles son los sectores que parecen tener una prioridad. En el caso de la Argentina, esto es bastante claro. Según los datos de 2015, la producción agropecuaria y la industrial concentraban el 22,12% de la inversión.

Consultados por Innovación, referentes de los sectores de I+D en el país coinciden en resaltar el papel de la inversión en ciencia y técnica en la búsqueda de más competitividad. Dos sectores aparecen dentro de los más atractivos para invertir en la generación de nuevo conocimiento o en la creación de productos innovadores. Por un lado, el campo. Por el otro, la medicina, la industria farmacéutica y todo lo relacionado con la salud.

Así lo indica el director de Tecnología de IBM Argentina, Diego Calegari. La empresa con sede en Estados Unidos pone sus esfuerzos principalmente en tres industrias, que según el ejecutivo, "combinan nivel de madurez y potencial de crecimiento a nivel país". Son el agro, la salud y las energías renovables. 

Según Calegari, la multinacional tiene más de 3.000 profesionales distribuidos en 12 centros de investigación en todo el mundo. "Mientras que las últimas mediciones muestran que la inversión en investigación y desarrollo está decreciendo, en IBM está creciendo", sostiene. Para la empresa, es un trabajo clave. "La expectativas son altas. En los próximos cinco años se va a dar un crecimiento y queremos ser el motor de ese desarrollo", agrega. 

A escala global, IBM pone el foco en investigaciones relacionadas con machine learning, inteligencia artificial, blockchain, internet de las cosas, computación cuántica y ciberseguridad. No buscan solo ideas originales, sino que se enfocan en aquellas que tengan un impacto en la industria y en la sociedad, según Calegari. 

En la Argentina, la tarea de innovación se concentra puntualmente en el equipo Silvergate, en el que trabajan para seguir desarrollando y optimizando Watson, uno de sus principales productos. Trabajan, por ejemplo, en perfeccionar la forma de reflejar el perfil de las personas, a través de escritos o de comentarios en redes sociales.

Otra de las empresas fuertemente concentradas en lo tecnológico es Satellogic, para quienes la investigación y el desarrollo experimental son piezas fundamentales del negocio. Recientemente acaban de lanzar sus nanosatélites Ada y Maryam y también tienen dos grandes grupos de interés: la agricultura y el sector de petróleo y gas.

En el primer caso, apuntan a brindar las imágenes satelitales con las que se puedan mirar campos y entender el estado de salud de las plantas, analizar el rendimiento de las cosechas o anticipar alguna enfermedad en las plantaciones, entre otras aplicaciones. "A partir de fotos con detalle de la respuesta espectral de las plantas, hay un montón de conocimiento que se puede obtener, se puede proyectar. Se puede hacer modelos y entender un montón sobre el estado de salud y relación de las plantas. Eso es un área enorme y hay un montón de cosas para hacer y mejorar", explica David Vilaseca, el líder del equipo de investigación y desarrollo de Satellogic.

Al tener acceso a las imágenes de los campos a nivel mundial, el mercado al que apunta estas empresas también es global, sin limitarse a un país o una región. No obstante, son conscientes de que la Argentina "es un país enorme en lo agropecuario" y que las aplicaciones de la tecnología satelital pueden ser "una ayuda gigante" para ese sector.

El otro aspecto en el que trabaja esta empresa tiene que ver con la seguridad en el sector energético, especialmente en petróleo y gas. Apuntan al monitoreo de facilidades, de propiedades, al control de daños o de cambios cuando hay una fuga o cuando hay algún problema en un oleoducto. "Tanto el campo como petróleo y gas son dos mercados que están relativamente cerca de lo que es industria satelital tradicional", señala Vilaseca.

Esa industria tradicional sería prohibitiva para las empresas privadas de no ser por la innovación. Así lo explica él: "Los que accedían los satélites antes eran solamente los Estados porque había que tener un presupuesto astronómico para poder acceder al espacio, tanto por el conocimiento específico que había que tener como por el tipo de componentes que se usaba en la investigación espacial". Entonces, una de las grandes ramas de investigación en este sector se enfocó en ver cómo llegar al espacio con un menor costo. "Obviamente ninguna empresa, ni nosotros ni ninguna competencia, tiene el presupuesto que tiene la NASA o la agencia europea", añade.

Por eso, para él, bajar el costo de las imágenes que están en el mercado "es completamente disruptivo". "Van a surgir aplicaciones que ahora ni nos imaginamos y que probablemente no tengan que ver con petróleo y gas o con agricultura", asegura Vilaseca.

En el caso de Summit Agro Argentina, las aplicaciones de las investigaciones que llevan a cabo están concentradas en fungicidas, herbicidas, insecticidas y el tratamiento de semillas, entre otros temas vinculados con cultivos extensivos. También abarcan áreas de economías regionales.

Para eso, la compañía cuenta con un equipo que hace desarrollo a campo a través ensayos propios y de profesionales tercerizados contratados por fuera de la empresa. El mayor volumen de datos, no obstante, surge de los ensayos propios realizados con un equipo dedicado un 100% a hacer investigación a campo y otras personas que brindan asistencia técnica a productores y comercios. Ese grupo está dispersado por distintas provincias desde Salta hasta el sur de Buenos Aires y genera cerca del 80% de los datos con los que cuenta la empresa.

Parte del grupo Sumitomo Corporation, uno de los más importantes de Japón, Summit Agro no tiene moléculas propias para trabajar, sino que depende de la relación con los proveedores externos, generalmente empresas del país asiático. Al obtener la concesión de alguna molécula, en la Argentina se dedican a hacer análisis de mercado según el perfil del producto y las necesidades del sector.

Una vez que el proyecto avanza, comienzan a hacer desarrollo a campo, un primer paso para saber cuáles son las oportunidades y la factibilidad de la implementación de cada producto. "El mercado en general es muy dinámico y siempre surgen oportunidades y tratamos de conseguir las mejores moléculas y las más avanzadas en cuanto a tecnología", indica Mara Pavan, gerente de Investigación y Desarrollo de Summit Agro Argentina.

El presupuesto que maneja la empresa es de unos $2,5 millones para los ensayos tercerizados. En total, considerando los ensayos propios, la cifra alcanza unos $3,5 millones. "Es un número que aumentó independientemente del aumento de los costos, es porque fue aumentado el número de proyectos", afirma Pavan.

Tradición en I+D

La gerencia de investigación y desarrollo existe en Aluar desde los comienzos de la empresa metalúrgica. Es decir, hace 43 años. "Ha tenido, por supuesto, cambios en su estructura pero esencialmente siempre ha sido una gerencia clave y estratégica para la compañía", repasa María Victoria Canullo, quien este año se convirtió en la primera mujer en encabezar este sector en la compañía.

Al ser el único producto de aluminio primario del país, en Aluar tuvieron que aprender a realizar y optimizar los distintos procesos de quienes ya sabían, pero que estaban en otros países. "Era esencial poder formar un equipo de altísima especialización para poder apoyar la producción", sostiene Canullo.

En investigación y desarrollo, el foco de la empresa está fundamentalmente en la optimización de los procesos de electrólisis, en el que se fabrica el aluminio líquido y en el que reducir el consumo específico de energía, de carbón, es una de las prioridades. "Tiene que ver con las variables críticas de negocio. El corazón de la electrólisis es dependiente totalmente de la energía. Entonces, para cualquier productor primario, bajar el consumo específico de energía es clave para sobrevivir en el negocio", puntualiza la gerente de I+D de Aluar.

El desarrollo para lograrlo es, para Aluar, un objetivo permanente. El enfoque, según Canullo, "siempre apunta a generar competitividad" y a estar a la altura de lo que pide un mercado de muy alta exigencia. La empresa productora de aluminio exporta más del 70% de su producción, además de abastecer el mercado interno. 

"Nosotros exportamos a países como los Estados Unidos, Japón, Brasil, otros países de América latina donde el nivel de exigencia en la calidad intrínseca del producto es muy alto y, además, ha ido progresando a lo largo del tiempo. Con lo cual nuestros esfuerzos también apuntan a la calidad", agrega la ejecutiva.

Biomakers es una de las empresas que orienta sus investigaciones al área de salud. En su departamento de I+D dividen el trabajo en los proyectos que partes de ideas propias para llevar a cabo un desarrollo y en la colaboración con grupos a partir de iniciativas de otros espacios. En este segundo caso, suelen trabajar con otras empresas o con instituciones públicas.

Especialistas en estudios sobre cáncer, actualmente están enfocados en el desarrollo de protocolos vinculados a biopsias líquidas, una forma mucho menos invasiva para los pacientes, ya que parte de una muestra de sangre. Para esto tienen destinado un monto anual, que entre subsidios y financiamiento alcanza entre $5 y 6 millones.

"No es fácil desde el ámbito privado conseguir herramientas de financiamiento para investigación y desarrollo", reconoce Yanina Powazniak, directora del área en Biomakers. Y esos fondos son fundamentales, porque cuando no llegan, los proyectos de este tipo de empresas orientadas a protocolos de salud quedan paralizados.

Por eso es importante, según reconocen las distintas fuentes consultadas, la interacción con el sector público. No solo con el Gobierno, que puede promover formas para que las compañías puedan hacer frente a los costos de investigación y desarrollo, sino con el sistema científico del Estado, que muchas veces tiene conocimientos pero no tiene el acceso a las nuevas tecnologías.

Las iniciativas públicas

Jorge Aguado es el secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Encabeza el área encargada de identificar las demandas y necesidades de la sociedad y diseñar programas e instrumentos para dar respuesta a éstas. Para él, lo que se hace en investigación y desarrollo es "central para generar proyectos" que produzcan conocimiento.

El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva es el organismo público responsable a nivel nacional de fomentar el trabajo en investigación y desarrollo, no solo a través de políticas que incentiven la inversión de las empresas en este aspecto, sino también a partir de un trabajo para alentar este trabajo en las agendas provinciales.

Según Aguado, la cartera ha arrancado un proceso "para potenciar, por un lado, la inversión desde la integración de todos los ministerios, para mejorar proyectos y progresar no solo desde Ciencia y Tecnología, sino desde los otros". La institución ha identificado unas mil empresas que tienen potencial para trabajar en conjunto en distintas iniciativas y aprovechar el sistema tecnológico local.

Con unas 150 empresas fundamentales, el ministerio ha organizado encuentros y ha impulsado acuerdos. La cartera apunta a políticas que brinden, por ejemplo, incentivos financieros y aceleren los procesos de contratación de institutos de investigación, de acceso a las líneas de financiamiento. 

Una de las iniciativas tiene que ver con la asignación de crédito fiscal en tanto las compañías destinen un presupuesto a investigación y desarrollo o a modernización tecnológica. No obstante, Aguado reconoce las dificultades que todavía persisten para atraer ese capital. Por el riesgo que representan y el largo plazo de ejecución, estas inversiones son unas de las que llevan más tiempo.

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Qué falta para una mayor inversión en I+D

No hay datos de la inversión en ciencia y tecnología durante 2016 y 2017. Los últimos datos mostraban que los fondos destinados a investigación, tanto básica como aplicada, y a desarrollo experimental habían caído en 2009 y luego se había recuperado tímidamente, sin despegar.

Sin embargo, referentes del tema tienen expectativas de que la inversión crezca y que cada vez más profesionales puedan dedicarse a esto. "En la Argentina hay personas súper capacitadas y hay un montón de áreas de investigación, sobre todo con lo que tiene que ver con software, donde la barrera de entrada no es alta. No hace falta tener un laboratorio de millones de dólares", sostiene Vilaseca de Satellogic.

Para el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, la Argentina está "en una buena posición". En ese sentido, Aguado resalta las capacidades del sistema local, en especial para biotecnología y comunicaciones, y considera que hay que "trabajar más fuerte para que también sea competitivo". "Nos tenemos que enfocar en las empresas que tienen una demanda de conocimiento, para que confíen en el sistema nacional", agrega. Así, uno de los objetivos será "impulsar la vinculación de los dos mundos".

Para IBM, además de tener iniciativas claras en I+D, hay que dar un salto en infraestructura a nivel país. Por ejemplo, para Calegari, la red de datos todavía es "realmente pobre" y es fundamental que ese sistema pueda soportar las necesidades de las industrias.

En tanto, en Aluar ven que desde hace varios años se ve una voluntad de cooperación y transferencia de conocimiento de parte de organismos oficiales como el ministerio, que ha tenido acercamientos con la industria.

No obstante, Canullo ve una "discontinuidad en la velocidad de materialización de esas colaboraciones". Para la gerente de Investigación y Desarrollo, "se percibe una falta de un objetivo, tal vez a largo plazo". Por eso, ella coincide en que, a pesar del potencial de personas con talento que tiene el país, todavía falta un largo camino para que todo eso realmente se pueda materializar.

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Nota publicada en el suplemento Innovación de El Cronista del 20 de febrero de 2018.

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