¿Estamos preparados para el nuevo salto tecnológico?

Por Andrés Cuesta, secretario Académico de UADE

Un estudio de científicos de la unidad de computación cuántica de Google en colaboración con otras ocho instituciones (entre ellas varias universidades) fue publicado en un sitio web de la NASA y retirado rápidamente pocas horas después. Esto no impidió que el material fuera recuperado y que siguiera circulando de manera informal en la comunidad científica.

¿Por qué este artículo es considerado relevante? Porque mostraba cómo un procesador cuántico experimental denominado Sycamore pudo resolver en apenas unos 200 segundos un problema para el cual la más poderosa de las computadoras tradicionales actualmente existente tardaría 10.000 años en brindar una solución.

En consecuencia, se afirma que este grupo de investigación habría alcanzado la “supremacía cuántica , concepto que se utiliza para hacer referencia a la habilidad potencial de los dispositivos de computación cuántica de resolver problemas que resultan casi imposibles de abordar con las computadoras clásicas. Sólo a modo de ejemplo, con este tipo de tecnologías el blockchain dejaría de ser seguro y pasaría a ser fácilmente hackeable, poniendo en riesgo todo el sistema de criptomonedas. Pero, cuando los prototipos sobre los cuales hoy están trabajando algunas grandes empresas, universidades y también gobiernos alcancen la estabilidad, las potenciales aplicaciones de esta nueva tecnología van mucho más allá de la encriptación y desencriptación de información. Su implementación, especialmente en combinaciones con otras nuevas tecnologías, tendrá un impacto gigantesco en el mundo tal como lo conocemos hoy.

Varias nuevas tecnologías que tienen desarrollo relativamente independiente tenderán a la convergencia, generando posibilidades que hoy difícilmente podamos comprender de manera cabal. Nos referimos a la computación cuántica, la inteligencia artificial y el 5G, que es la quinta generación de tecnologías y estándares de comunicación inalámbrica. La inteligencia artificial es justamente el software que, articulado con la computación cuántica (el hardware) y el 5G (tecnología de comunicación entre dispositivos), transformará radicalmente la forma en que se organiza la vida urbana, la producción automatizada e incluso la generación de nuevo conocimiento. Estas nuevas tecnologías articuladas permitirán generar un salto de productividad gigantesco, aún mayor del que permitieron las primeras tecnologías de la información y la comunicación cuando fueron introducidas de manera masiva en los ámbitos socio productivos a partir de los años `80 y `90.

Los saltos de productividad que estas nuevas tecnologías disruptivas y exponenciales nos llevan a vislumbrar permitirían que el mundo esté en condiciones de satisfacer las necesidades de una población global significativamente mayor que la actual con un esfuerzo significativamente menor. Se podrían automatizar gran variedad de servicios y producción de bienes, la bioinformática lograría avances hoy impensables que podrían aplicarse a la medicina o la producción de alimentos, también la simulación para aplicaciones nanotecnológicas contaría con nuevas herramientas de alto valor, hasta ahora impensables. La jornada laboral podría acortarse, la seguridad social dejaría de ser un problema acuciante, la renta universal podría garantizarse. Pero todos estos beneficios son en principio abstractos. Sólo serán posibles si junto con el avance de la tecnología en sentido material también se produce un avance en las tecnologías sociales para resolver los grandes problemas de ampliación creciente de las brechas entre naciones y sectores sociales. Será imprescindible contar con estadistas a la altura de las circunstancias y diseñadores de innovaciones sociales para dar respuesta a los desafíos que planteará el nuevo contexto y avanzar hacia la cohesión social. Las tensiones internacionales actuales y la pobreza de liderazgos ejemplares a nivel global generan dudas sobre la forma en que este abanico de grandes posibilidades será aprovechado o desaprovechado. Es tiempo de que las nuevas generaciones tomen la responsabilidad que les toca, dando respuestas creativas y ancladas en sólidos valores éticos para que la sociedad pueda beneficiarse de las oportunidades que plantea el futuro cercano.

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