No solo de ambiente vive la gente

Las fechas conmemorativas siempre llaman a reflexionar, a contemplar el camino recorrido y mirar un poco para delante y fundamentalmente hacia atrás, como señala la visión wichí. Esta etnia del Gran Chaco considera que el pasado está adelante y el futuro, al que no podemos ver, detrás de nosotros mismos.
La realidad es que el ambiente, cada vez con más fuerza, está en los pensamientos cotidianos de nuestra sociedad, y cada vez con más frecuencia está inmerso en reclamos justos pero también en reclamos sobreactuados, que muchas veces poco se vinculan con al ambiente en su motivación principal. Es decir, el ambiente ha pasado a ser utilizado con deliberada intencionalidad para temas que deberían resolverse enmarcados en otras justificaciones. Esto es en cierta medida un abuso de su utilización, con el consiguiente riesgo que conlleva la sobreutilización de un concepto que finalmente lo desgasta.
Si nos dejáramos llevar exclusivamente por la exposición pública de los temas ambientales, posiblemente creeríamos que la situación de Argentina en materia ambiental está seriamente comprometida. Sin embargo, y más allá de muchos problemas concretos y serios, la Argentina es un país donde la expresión ambiental en gran parte de su vasto territorio está saludablemente resguardada. Ello se debe al enorme territorio, la población poco numerosa y concentrada en espacios urbanos, una temprana inquietud por resguardar nuestras representativas de ambientes destacados, y la implementación de desarrollos productivos que en muchas regiones combinan la utilización intensiva de los recursos naturales con espacios contiguos de protección de la naturaleza.
El subtrópico argentino, esa franja que caracteriza el norte del país con una enorme variedad de producciones (caña de azúcar, té, yerba mate, soja y otros cereales, ganado, plantaciones forestales, cítricos y otros frutales, turismo, agroindustrias, etc.) inmersa en una riquísima biodiversidad de plantas y animales, es el testigo que nos permite ver que producir rentablemente y conservar la naturaleza es posible.
Esa producción debe darse, por supuesto, en el marco de una planificación de los territorios provinciales y las unidades productivas, y del desarrollo de esquemas de monitoreo o evaluación ambiental que aseguren que el vínculo es armónico y se mantiene en el tiempo. Ello es lo que realizamos desde ProYungas con muchas empresas territoriales, es decir con empresas que tienen la enorme responsabilidad de producir y a su vez proteger grandes espacios de alta valoración ambiental como las Yungas o selvas de montaña, el Chaco y la Selva Misionera.
Este vínculo proactivo, planificado y evaluado es lo que denominamos Paisaje Productivo Protegido, un espacio donde producir y conservar son dos caras de una misma moneda, dos formas de ir hacia el mismo destino, que no es otro que la sustentabilidad, para que las futuras generaciones puedan contar al menos con las mismas opciones que nosotros en el presente. En ese sentido el subtrópico tiene mucho para mostrar al resto del país, para poner de relieve el compromiso de los distintos sectores sociales por un futuro donde la preservación del ambiente esté incluida en las decisiones y acciones cotidianas, y más allá de los discursos, en la tierra misma.
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