Mi papá, el inversor

Muchos potenciales emprendedores tienen buenas ideas, pero no el acceso a alguno de los tradicionales instrumentos de financiación para pasar del plan a la acción. Cómo, cuándo y por qué un familiar o los amigos pueden ser una opción para impulsar la primera etapa.

Los penne rigate a la bolognesa pueden atravesarse en la faringe de un padre desprevenido, cuando, en el medio de una comida familiar, su hijo no repara en formalidades para pedir un préstamo destinado a la tan incierta aventura de emprender. La situación suele repetirse en el ambiente emprendedor, pero los padres suelen tomarlo con calma y apoyarlos. Para Alicia Verna, fundadora de la consultora especilizada AV Consultores Pymes, los padres y familiares de los emprendedores frecuentemente aportan lo que se considera capital semilla, es decir, el primer monto necesario para comenzar la aventura emprendedora. Según las distintas fuentes consultadas por Pyme, no hay cifras oficiales con respecto al porcentaje de emprendedores que recurren a un familiar para financiar la primera etapa del proyecto, pero, coinciden, el nivel es muy alto. Según datos de 2011, del Observatorio Pyme, los recursos propios representaron el 55% de la primera etapa de financiación entrepreneur. A nivel global, el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) estima que más del 65% del capital inicial es provisto por familias y amigos.
Entre las causas, Verna, señala que los empresarios más pequeños no cuentan con capital propio, pero tampoco tienen un plan de negocios y muchas veces presentan ciertas irregularidades que le impiden acercarse a un banco y cumplir con sus requisitos. Los casos de BePoket Print, RH Pro y Skin Factory son una muestra de este universo financiero alternativo.
Gabriela Skorka y Barbara Rojkes se conocen desde que tenían 12 años. Compañeras de secundaria, relacionadas al mundo del diseño, querían hacer algo juntas y optaron por un curso para diseñar carteras. BePoket, surgió de un primer emprendimiento donde confeccionamos carteras para el segmento premium, recuerda la diseñadora gráfica Skorka, que, hoy, comparte la propiedad de BePoket Print, una imprenta de tarjetas personales, con un canal de venta online, que facturó $ 600.000, en 2013.
Aquel primer emprendimiento de carteras duró poco más de un año y medio y encontró en la pata comercial su desenlace. Hicimos carteras muy lindas, pero muy caras y nunca dimos con el canal de ventas indicado, reconoce Rojkes, que estudió Diseño de Indumentaria. Éramos buenas en lo mismo, pero también malas en lo mismo, agrega.
A medida que notaban que el emprendimiento no daba resultados, fueron abriéndose paso hacia un nuevo negocio. El cambio lo vivimos como un proceso de transición. Estábamos ingresando al mundo de venta online cuando notamos que podíamos canalizar, por ese medio, la confección y venta de tarjetas personales y otros artículos de imprenta, señala.
En esa primera etapa, los padres de ambas aportaron el capital inicial y, además, sustentaron los gastos corrientes para la vida de cada una de ellas, mientras las emprendedoras destinaban los recursos que obtenían de la venta de carteras a mantener operativa la marca.
La plata se la pedí a mis padres en una cena, fue una situación totalmente informal, dice Rojkes. Los padres de Skorka tampoco pusieron reparos a la hora de girar los primeros pesos para el emprendimiento. Algunos de mis familiares son emprendedores y otros no, pero todos apoyan mi intención de ser independiente, indica.
Mauricio Heidt, fundador de la desarrolladora de software y servicios para recursos humanos RH Pro, eligió como modelo de financiamiento familiar hacer parte de la sociedad a su padre. Le dije que aportara el dinero que necesitaba y, a cambio, le daba una parte de la compañía, recuerda el empresario. A mediados de la década del 90, Omar Heidt aportó alrededor de u$s 20.000 y, a cambio, se quedó con un 20% del negocio, otro 20% fue para Jorgelina, la esposa de Mauricio, y el 60% y control de la sociedad para su fundador. Mi padre nunca fue empleado. Él no veía su aporte como un riesgo, sino como algo natural, explica.
En 1994, la idea de Heidt era vender un servicio de software de recursos humanos local para empresas medias con los beneficios similares de una solución world class. Partimos de no tener ningún cliente, hasta sumar algunos con 55.000 empleados, como, por ejemplo, con la Gobernación de Neuquén, resume con un número el crecimiento vertiginoso de la compañía en pocos años.
La crisis local de 2001, lo llevó a reinvertir todas sus utilidades en el desarrollo de una aplicación web y mirar la región, como una opción de crecimiento. Chile fue el primer país donde arribamos y, hoy, trabajamos con un programa de partners en todo América latina, comenta el empresario que, en 2011, cedió el 80% del capital de la empresa a un socio europeo. Heidt y su esposa, retienen el 20% de la firma, que gracias a ese aporte pudo regionalizarse y, con 60 empleados, factura más de $ 25 millones y cuenta con 500 clientes.

Un negocio pegajoso
El primero se dedicaba al merchandising textil y conoció al segundo porque estuvo de novio con su prima hace más de 10 años. Mariano Cacchione y Sebastián Rottmann crearon Skin Factory, la firma de stickers para celulares, al salir de una cena. Me llevé el celular de Sebas y él el mío y nos dimos cuenta del error cuando llegamos a nuestras casas, recuerda Cacchione como la anécdota que abrió las puertas a una sociedad que este año proyecta facturar $ 10 millones.
La inversión inicial necesaria fue de $ 100.000 y provino de ahorros y préstamos personales y la (no siempre incondicional) ayuda familiar. Fue muy difícil recurrir a la familia porque no creían en el proyecto, asegura Rottmann, que, desde un principio, tuvo claro que querían ser una empresa grande y seria. En cambio, para Mariano Cacchione no fue difícil convencer a su esposa, para utilizar los ahorros personales en el proyecto. Ella creía en la empresa, dice el emprendedor a cargo, hoy, de 30 empleados.
El capital se destinó a la compra de la primera máquina de impresión y corte, que tienen instalada en Vicente López. En 2013, produjeron 10.000 stickers por mes para celulares, además de fundas para tablets y notebooks y adhesivos para lentes y paredes.
En cualquier caso, sobre el familiar inversor, Verna recuerda que, cuando hay dinero de por medio, los padres van a intervenir en la toma de decisiones o, al menos, no se van a guardar una opinión. A su vez, asegura que el apoyo suele ser más anímico que de gestión, pero es muy importante, sobre todo en el primer año del emprendedor. (ver aparte)
Desde BePoket Print resaltan que sus padres no tienen miedo a equivocarse o perder el dinero, sin embargo, reconocen, también, que todos sus familiares son independientes y eso ayuda a entender el proceso. Así su firma, desde 2010, con la nueva plataforma online para diseñar tarjetas personales, ganó concursos como Buenos Aires Emprende, Capital Semilla (2011) o Pack Emprendedores (2012). Además del dinero, el asesoramiento para establecerse como empresa fue importantísima, en cada uno de estos certámenes, resaltan.
Las emprendedoras recuerdan que tuvieron que sentarse por segunda vez con sus padres para solicitar $ 50.000, cuando las carteras le abrieron paso a tarjetas personas, folletos y postales. Esta vez, el apoyo fue medio ciego, porque era entrar al mundo online, de lo cual ellos no sabían demasiado, reconoce Skorka.
El dúo creativo aún no devolvió el dinero prestado, pero el emprendimiento ya da sus frutos: en los últimos meses, le permite a sus creadoras vivir del negocio. La mayoría de los usuarios sólo utiliza el sitio web para luego comunicarse con nosotras y pedirnos el trabajo. El desafío, este año, es automatizar todo el proceso y que los usuarios se animen a diseñar ellos mismos, explica Rojkes, que este año proyecta facturar $ 1,8 millones.
A la hora de evaluar otros tipos de financiación, Rottmann y Cacchione, de Skin Factory, siempre concluyen en el nivel de independencia que pueden ejercer ellos como propietarios y cuánto estarían dispuestos a ceder para que, por ejemplo, ingrese un fondo de inversión. Hoy, si nos equivocamos no reportamos a nadie, sostiene Cacchione que, en el xterior, irá en busca partners locales para crecer.
El principal beneficio de la autofinanciación e, incluso, el aporte de familiares, es la independencia. Pero, también, es verdad que el crecimiento es más lento, agrega Rottmann, cuya empresa tiene cuatro canales de venta: mayorista, locales exclusivos, Internet y merchandising (Samsung, Motorola, Claro), todos con un peso equitativo en la facturación. Para 2014, Skin Factory proyecta abrir seis locales, a través de franquicias. Además de tres propios, que ya funcionan en distintos shoppings porteños. La cadena desembolsó $ 600.000 en la apertura de tres islas en centros comerciales de Capital Federal, en 2013.
Para Mauricio Heidt, el crecimiento se generó reinvirtiendo capital propio. Eso hace mucho más sencillo tomar decisiones y relacionarse entre familiares. Antes de la venta, en 2010, el 90% de mi tiempo estaba relacionado al negocio. Hoy, en cambio, dedico la mitad del tiempo a hacer informes para explicar la actividad de la empresa a los socios que no están en el día a día de la compañía, se lamenta el ejecutivo, que admite repensar a veces la decisión de ceder el control de la empresa.

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