MIT Technology Review

Los relojes inteligentes aún no satisfacen a los usuarios

Corren el riesgo de convertirse en otro irritante dispositivo, a menos que sus desarrolladores aprendan a utilizar los sensores y la interfaz para aprovechar el hecho de que se usan todo el día.

 

Un siglo atrás, el banquero Henry Graves Jr. y el industrial James Ward Packard se embarcaron en una competencia que duró por décadas para adquirir el reloj con más “complicaciones”, un término utilizado para reflejar cualquier otra funcionalidad más allá de simplemente mostrar la hora. Su rivalidad terminó con la creación de un reloj de bolsillo conocido como el Graves Supercomplication, diseñado y construido por el suizo Patek Philippe. Sus 24 complicaciones incluían el horario de la salida y la puesta del sol en New York y una tabla con el cielo nocturno de la ciudad. Graves pagó cerca de US$ 15.000 por el reloj en 1933 (unos US$ 270.000 en moneda actual) y se vendió por US$ 11 millones en una subasta en 1999.

Muchos años y muchos estilos más tarde, un tipo diferente de batalla por “complicaciones” de pulsera se está calentando. Inspiradas por el éxito de los smartphones y las tablets, y por los cada vez más pequeños chips, sensores y pantallas que incorporan, las compañías de electrónica como Samsung y Sony, y también quizá Apple y Google, se lanzaron rápidamente a desarrollar estos dispositivos, que normalmente se conectan en forma inalámbrica con un smartphone para que uno pueda ver quién lo está llamando y otras notificaciones en su muñeca.

Multifunción. En su carrera por desarrollar nuevos relojes inteligentes, las grandes compañías tecnológicas suman nuevas funcionalidades a estos dispositivos. 

En teoría, los relojes inteligentes (smart watches, en inglés) ofrecen una forma más natural para ver información, en lugar de tener que sacar el teléfono. El acto de mirar el reloj es una costumbre social comúnmente aceptada y es interesante cómo un formato viejo podría volver nuevamente a su auge. Es que ahora queremos ver mucho más, cuando echamos un vistazo, que simplemente la hora.

Desafortunadamente, los primeros relojes inteligentes se parecen mucho al reloj de Graves: complicados al punto de que los hace más una curiosidad que una herramienta útil. Sus creadores, tratando de complacer a la mayor cantidad de usuarios posible, los convirtieron en navajas suizas: prolijos a simple vista pero sin destacarse en nada, por lo que están destinados a ser ignorados o reemplazados por una navaja más simple y afilada.

Tras probar algunos de estos relojes inteligentes, llegué a la conclusión de que uno bueno debería ser mucho más confiable y simple de utilizar: debería poder aprender cuándo y cómo me está molestando. Esto significa entender qué estoy haciendo y, basándose en qué bits de toda esa información —entre incontables e-mails, actualizaciones de aplicaciones y otras alertas— es más relevante. Y, naturalmente, debería verse bien.

Pequeña Inteligencia
Para que estos dispositivos triunfen, sus desarrolladores deben configurarlos de forma que realicen las acciones más útiles y activas, como las alertas de llamadas y próximos eventos. También debería tener algunas funcionalidades pasivas que registren, por ejemplo, el movimiento, la actividad y los signos vitales. Debería aprovechar ser algo que uno usa durante todo el día.

“Cualquier tecnología reducida, como un reloj, deberá ser más inteligente que nuestra computadora normal, incluso más inteligente que un smartphone, porque son muy intrusivas”, dice Lars Hard, fundador y CTO de la firma de inteligencia artificial Expertmaker. “Si está todo el día en mi brazo y puede activarse en cualquier momento para darme información, necesita ser extremadamente bueno en los datos que me presenta”, explica.

Por supuesto, cualquier reloj inteligente debería avisarme cuando alguien me llama. Y también informar sobre nuevos e-mails, mensajes de texto y alertas sociales, pero sólo cuando sepa que yo realmente quiero verlas, que no es, por ejemplo, cuando estoy andando en bicicleta. Un monitoreo de signos vitales simple ayudaría a seguir mi salud y estado físico. Y como su pequeña pantalla hace que sea difícil ingresar texto y navegar por las funciones, necesita responder a controles por voz intuitivos, gestos táctiles y otros tipos de interacciones.

Y todo presentado en una pantalla clara que pueda ser leída fácilmente tanto en una habitación oscura como en una calle soleada. A diferencia de los modelos que probé, debería ser cómodo. Y no hay que olvidarse de la duración de la batería. No quiero tener que cargarlo cada par de horas o incluso en días.

Con todo esto, lo más cercano a una nueva generación de dispositivos es el Pebble. Puede identificar y rechazar llamadas con un toque, su pantalla de papel electrónico es fácil de leer y posee una luz de fondo que puede activarse moviendo la mano. Pero esos alertas pueden ser tan útiles como abrumadores, dependiendo cuánta gente quiera contactarlo. Y como cualquiera puede desarrollar apps para el Pebble, hay un gran número de desarrollos inútiles, como una calculadora que puede ser utilizada sólo con los botones del dispositivo. Unas pocas, en cambio, esbozan una idea de cómo un reloj inteligente podría mejorar a un smartphone. El Pebble Phone Ringer Switcher, por ejemplo, permite rápidamente silenciar el teléfono desde el reloj.

En uso. Para los desarrolladores, una de las ventajas de los relojes inteligentes es que se utilizan a lo largo de todo el día.

El MetaWatch Frame, otro modelo, tiene un serio problema para un dispositivo operado por una sola mano: es difícil de utilizar. Incluye algunas funciones básicas que son razonablemente útiles y no tan molestas, como información del clima, llamadas perdidas, Gmail y eventos. También se pueden habilitar alertas para llamadas entrantes, mensajes de texto y más. Pero las funciones de los tres botones a cada lado de la pantalla no son intuitivas y su pantalla de tono plata y una resolución desalentadora, puede producir un doloroso reflejo cuando la luz del sol le impacta en forma directa. Y lo peor es que no hay nada excepcionalmente inteligente sobre el MetaWatch: no va más allá de lo mismo que puedo obtener cuando miro mi smartphone y los pocos “widgets” que vi no agregaban mucho (la compañía dice que planea abrir su plataforma, que actualmente se encuentra en “beta test” dentro de la empresa, a los desarrolladores en el corto plazo). Es bueno mantener las cosas simples, sí; pero un reloj inteligente también debería revelar nuevas posibilidades que no son una realidad con los teléfonos.

El esfuerzo más significativo en el desarrollo de un reloj inteligente hasta el momento es el del Galaxy Gear, del fabricante de celulares más grande del planeta, Samsung. Entre sus características más inteligentes: permite cambiar de ver un mensaje en el reloj al teléfono con sólo tomar el dispositivo y automáticamente bloquea el teléfono cuando uno se aleja de él con el reloj puesto. Entre las contras, su interfaz parece torpe y mal diseñada y suma demasiadas funciones para un pequeño equipo. También, sólo funciona con el último Samsung Galaxy Note (por el momento) y su costo es de US$ 299. Otra contra: el Galaxy Gear no es muy lindo. Tiene una pantalla grande y gruesa de acero y una cámara que sobresale de la banda; sus opciones de color, como lima o gris, son horribles. Y no es algo trivial: los relojes están siempre visibles y gritan algo sobre el sentido de la estética de su dueño. Los relojes duraderos, como el Patek Calatrava o el Rolex Submariner, están bañados en buen diseño.

Estos tres relojes sugieren que los diseñadores e ingenieros que estuvieron detrás de los dispositivos aportaron una mirada sin foco sobre lo que los consumidores quieren y necesitan, o que no pudieron eliminar funciones y concentrarse en una selección. Las alertas son vitales, pero tener muchas notificaciones es peor que no tener ninguna. El Galaxy Gear ofrece controles por voz, lo que es inteligente, pero también viene con una cámara superflua en su malla y capacidades de mensajería innecesarias, que, más allá de distracciones, consume batería. “Le temo a la idea de tener un smartphone y un reloj a los que tengo que alimentar constantemente”, cuenta John Maeda, presidente de la Rhode Island School of Design.

Maeda dice que los tecnólogos tienden a enfocarse en cuánto pueden incorporar, en lugar de cómo se utilizará. Los relojes inteligentes parecen un buen ejemplo de esto y eso es una pena, porque existe la tecnología para hacerlos más inteligentes. Podrían leer mi calendario y utilizar acelerómetros y GPS —el Galaxy Gear incluso tiene un giroscopio— para detectar cuando me estoy moviendo y no debería ser molestado. Podrían incluso saber que estuve buscando una camisa de un talle determinado en J. Crew —analizando quizá mi actividad en la Web— y avisarme cuando esté pasando por un local que tenga el ítem en stock o con una oferta.

La popularidad de los dispositivos pulsera para monitorear la salud con gadgets como Fitbit, Nike's FuelBand y Jawbone's Up demuestra un interés por la recolección pasiva de datos. Al leer o recolectar más información, los relojes podrían ir mucho más allá. Deberían convertirse en una versión más avanzada e íntima del software de asistencia personal de Google, Google Now, y tomar decisiones anticipadas. Ahora eso sí sería un verdadero reloj inteligente y no se sentiría tan complicado.

La edición original de este artículo se publicó por primera vez en el número 197 de la revista InfoTechnology.

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