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Las políticas públicas latinoamericanas a la altura del mundo

Por Martín Carranza Torres, socio de Carranza Torres & Asociados

En el año 2007, un grupo de científicos japoneses se propuso estudiar los sonidos casi guturales con que los padres y abuelos se dirigen a los niños recién nacidos. El resultado sorprendió a todos. El clásico “gugú-gaga y “tatata lejos de ser una expresión vulgar resultó una herramienta que permite desarrollar las habilidades lingüísticas de los bebés. ¿Por qué? Simplemente porque se les habla en un mismo idioma.

El ejemplo no comulga con el software, ni asegura ningún plan de negocios, pero alcanza para explicar la importancia de disponer y ejercitar un idioma, común a todos. En cualquier ámbito entenderse pareciera ser el puente para trazar el comienzo del camino al éxito.

Hace algunos años dos países asiáticos marcaron el pulso de lo que debería convertirse el idioma de las economías, por necesidad y estrategia. Singapur y Malasia acercaron intereses y cuentan, al día de hoy, con más de 50 convenios para evitar la doble tributación (por citar uno en particular), muchos de los cuales corresponden a tratados que cubren desde impuestos al transporte aéreo y marítimo hasta manufacturas. Este salto cualitativo les ha permitido recoger ganancias, a partir de inversiones realizadas no sólo desde el seno de su propio terruño, sino también en los estados asiáticos lindantes.

En Hispanoamérica aún, a pesar de un origen único de la lengua, padecemos interferencias comunicacionales, que no nos dejan hablar un mismo idioma. Si hoy en día una empresa destacada de software de Colombia quisiera traspasar las fronteras para realizar una inversión en Argentina se encontraría con una sola verdad: una alta dosis de incertidumbre. Y viceversa. Quien quiera exportar o desarrollar otro esquema de negocios deberá someterse a la evaluación tributaria y arancelaria de cada nación. Y algo es cierto: sin la unificación de criterios el caos parece, hasta el momento, ser el dueño y traductor de la situación reinante.

 Acordemos en un punto: la necesidad de regularizar y unificar esta clase de convenios referidos a la comercialización del software y conocer, por otro lado, cuál es la retención de rentas, el IVA en importaciones y exportaciones, no obedecen sólo a la relevancia de generar incentivos para atraer a la inversión extranjera a nuestro país sino que guarda relación estrecha con la posibilidad de que cualquier firma local logra o busque maximizar su producto en el extranjero y obtenga los mismos beneficios o condiciones. A medida que las empresas crecen su mercado interno se vuelve angosto y sus operaciones en otras zonas del continente se tornan cada vez más importantes y necesarias.

 Para que América Latina logre una sólida integración, urge la unificación de un nomenclador para que todos los inversores y todas las economías comulguen con un mismo lenguaje. Además de establecer acuerdos de doble tributación que ofrezca la posibilidad de conocer qué regulan y cómo regulan, como mencionamos anteriormente, será prudente acordar sobre otros aspectos de igual peso:

- La simplificación como colaboración espontánea;
- Definir estrategias y acciones comunes;
- Mejorar el posicionamiento del sector en cada país;
- Unificar discursos en las mesas de negociaciones de acuerdos;
- Fortalecer la relación pública-privada para impulsar políticas públicas para el sector;
- Simplificar los esquemas y estrategias comerciales.

La Industria del Software es cada día una actividad económica de mayor envergadura, que crea empleos calificados y genera divisas, entre otros puntos, por el volumen de las exportaciones. En ese sentido toda la región del hemisferio sur tiene una cuenta pendiente con sus propios mercados. Pero ya no hay excusas. Los avances tecnológicos en las áreas de comunicaciones, la arquitectura de sistemas montados en la última década y una adecuada integración regional, deberán asegurar un caudaloso río de certezas a los inversores. Y ese idioma único y prístino que nos enseñaron nuestros padres y abuelos cuando fuimos niños, hará que nuestra zona esté a la altura del mundo y el mundo de nosotros.

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