Cuidado con la crisis a la vuelta de la esquina

El Congreso norteamericano prepara un nuevo modelo de regulación financiera. Separar la banca comercial y de inversión norteamericana no servirá de nada si no se toman medidas contracíclicas

La economía estadounidense está enferma pero el ánimo de fatalidad incipiente se ha dispersado. La respuesta a la emergencia de Estados Unidos y otras autoridades no ha finalizado y necesita atención continua, pero en 2010, si la crisis sigue cediendo, el peligro es que los políticos se relajen y las mentes se distraigan de la necesidad de nuevas normas financieras. El próximo modelo de regulación financiera estadounidense no está claro. La Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley que se concentra en la estructura regulatoria, es decir, en qué reguladores son responsables de qué. Esa no es la cuestión clave. Las normas que apliquen los reguladores son lo importante. La necesidad de mejores reglas es mayor ahora que antes de la crisis. Los críticos del gobierno de EE.UU. dicen que su respuesta ha hecho más probable otro colapso financiero - y tienen un punto. Dicen que atacar la concentración es crucial. Una manera de hacerlo, sostienen, es restaurar la separación Glass-Steagall de banca comercial y de inversión. Habría instituciones más pequeñas y gestionadas de modo más conservador. Suena plausible, pero el debate respecto de una nueva Glass-Steagall no ayuda.

Después de todo, el colapso financiero no mostró que los bancos universales fueran más peligrosos que bancos comerciales y de inversión separados. Tal vez haya mostrado lo opuesto. Se concluyó que bancos de inversión como Bear Stearns y Lehman Brothers planteaban grandes riesgos sistémicos aún cuando no tomaban depósitos. Más aún, los bancos comerciales que quebraron lo hicieron sobre todo por pérdidas en la banca tradicional. Por otra parte, “demasiado grande para caer no es una distracción. Una institución financiera que se cree, o es explícitamente designada por las autoridades, como demasiado grande para quebrar, tiene licencia para asumir riesgos excesivos. El problema es el riesgo moral. La garantía implícita del gobierno hará a sus gestores menos precavidos, lo mismo que a sus acreedores. La carga de la supervisión prudente caerá completamente sobre los reguladores, una carga que no pueden sobrellevar solos. Este no es todo, ni siquiera la mayor parte del problema. Recuerde que las autoridades estadounidenses, preocupadas por el riesgo moral, permitieron la quiebra de Lehman. En cierta forma, tenían razón. No era demasiado grande para quebrar: su colapso no puso en peligro el sistema de pagos y sus contrapartes no siguieron. Pero las alabanzas por esa decisión tomada sobre principios no fueron universales. Muchos dijeron, y siguen diciendo, que fue el peor error de la saga. La precondición para grandes colapsos financieros siempre es la misma: optimismo irrefrenable. Cuando todos se convencen de que la inflación está domada, las tasas de interés permanecen bajas, los precios de los activos siguen subiendo y el crecimiento económico no se detiene, tras lo cual viene el sobreendeudamiento. En otras palabras, el riesgo moral es sólo un factor reduciendo el riesgo percibido. En un repunte prolongado, los inversionistas se sienten seguros de todas maneras, no porque un rescate los proteja de las pérdidas, sino porque no esperan pérdidas. Todos cometen los mismos errores. Hay que juzgar las nuevas normas por un criterio sobre todos. En las palabras de un ex presidente de la FED, William McChesney Martin, ¿se llevan el ponche antes de que se anime la fiesta? Las tasas de interés que toman en cuenta los precios de los activos así como la inflación general son parte de esto. Pero cuando se trata de regulación financiera, la clave son normas que reconozcan el ciclo de crédito y cambien a medida que avanza. Más importante, como ha dicho Charles Goodhart, los requerimientos de capital y liquidez deben variar con el tiempo y ser contracíclicos. En tiempos buenos, cuando las colocaciones se expanden y las preocupaciones sobre capital y liquidez están en un mínimo, las regulaciones deben endurecerse. Con las normas actuales ocurre lo opuesto. Arreglar la regulación financiera es una tarea muy compleja y los detalles importan. Pero ninguna solución, ya sea concentrarse en terminar con bancos “demasiado grandes , en separar la banca comercial y de inversión, o lo que sea, tendrá éxito a menos que se adopte este simple principio. Las instituciones financieras se opondrán, pero esta es una batalla que hay que ganar.

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