El difícil lugar de ‘la jefa’

Macri es un tipo confiable, un tipo íntegro. De los tipos en la política en los que confío. Lo conozco hace más de treinta años. Se que no tiene odios, que nunca te va a hacer una operación berreta por atrás. No es muy habitual eso. Es impecable. Yo siempre con él tengo una consideración especial. No es uno más". Esa frase no podría haber sido pronunciada jamás por ningún militante de las organizaciones juveniles del kirchnerismo, habituados a corear cantitos que dicen "Macri, basura, vos sos la dictadura". Tampoco por los intelectuales kirchneristas, uno de cuyos referentes, el chaqueño Mempo Giardinelli, anunció que jamás estrecharía su mano con la del jefe del PRO. Probablemente espante a los artistas del proyecto, entre ellos a Fito Paez, quien proclamó que los votantes de Macri le daban asco.


El párrafo pertenece, sin embargo, al candidato presidencial

kirchnerista, Daniel Scioli, y fue incluido en el último capítulo de la interesantísima biografía que acaban de publicar los periodistas Pablo Ibañez y Walter Schmidt y que se titula Secreto. De Menem a Kirchner. De Motonauta a Presidente. Cómo hizo para sobrevivir a 20 años de política argentina. Quien sospeche de alguna trampa, debe conocer que Scioli figura primero entre los agradecimientos de ese libro porque "nos abrió su casa, sus despachos, nos dedicó horas de entrevistas, respondió y se mostró dispuesto, pese a no estar siempre cómodo con el tenor de las conversaciones".


Desde que, finalmente, venció la resistencia presidencial y logró ser coronado como candidato único del Partido Justicialista, Scioli viene recorriendo un cruel camino de demolición, golpe por golpe, del universo simbólico kirchnerista. El primer golpe fue la reivindicación de la figura del ex presidente Carlos Menem. Hasta ese discurso riojano, Menem era un nombre propio que no figuraba en el discurso kirchnerista salvo, excepcionalmente, con contenido peyorativo. El periodista militante, Eduardo Aliverti, por ejemplo, acostumbró a sus oyentes y lectores a llamarlo la rata o la rata riojana. Para el candidato kirchnerista, en cambio, es una persona que merece respeto y cariño. Scioli opinó que sería de mal nacido no ser agradecido. ¿A quien se refería? ¿Quien era el mal nacido que no le había agradecido como correspondía al ex presidente?
En la foto del candidato no solo entran Macri y Menem, sino también otros enemigos históricos del kirchnerismo. Eso se pudo ver el domingo cuando Scioli desparramó elogios hacia el gobernador electo de Córdoba, Juan Schiaretti, y al lider del PJ pampeano, Carlos Verna. Schiaretti no solo fue el hombre que puso en marcha la política industrial de Domingo Cavallo, sino que además es la mano derecha de José Manuel de la Sota, uno de los caudillos provinciales odiados por la Presidenta. Verna acababa de humillar en La Pampa a los candidatos apoyados por la Casa Rosada. En esa noche dura, donde el kirchnerismo perdía en todos lados, Scioli celebraba en La Rioja, rodeado de miembros de la burocracia partidaria los triunfos de sus amigos, los peronistas disidentes. El fenómeno fue tan evidente, que la agencia de noticias Paco Urondo, donde Cristina Fernández es aludida habitualmente como "nuestra Jefa", calificó lo ocurrido como un "domingo supernaranja". Era exagerado, salvo que se mirara solo cómo quedaba el reparto de poder en el peronismo, donde todos ven que ganan los candidatos moderados, o sea sciolistas, y que la Cámpora es derrotada allí donde se asoma.


La propuesta justicialista para estas elecciones está conformada por una alianza donde el candidato juega un rol central. Esa alianza incluye a varios sectores: el kirchnerismo que sigue a la Presidenta, los gobernadores que nunca sacaron los pies del plato, los que se fueron pero podrían volver, los intendentes del conurbano, los sindicatos propios y ajenos y, como aliados potenciales, el macrismo y los partidos provinciales. Más barro que agua cristalina, como siempre. El sol de ese sistema se llama Daniel Scioli, y Cristina empieza a ser, lentamente, uno de los planetas que gira a su alrededor. De hecho, el domingo no fue ni siquiera eso. Ausente de todo, tuiteaba sobre Grecia y sobre una obra de William Shakespeare.


¿Cual será la respuesta presidencial ante este proceso? ¿Lo observará en silencio porque ella, al aceptar el candidato, es responsable de haberlo gestado? ¿Reaccionará fastidiada, heroica y enérgica, para poner las cosas en su lugar en medio de la campaña? ¿O jugará el ajedrez y empezará a pensar en cómo ordenar las cosas hasta que aparezca un espacio y perciba si es posible planificar la vuelta en unos años? Los camporistas se ilusionan con la posibilidad de condicionar a Scioli desde el Congreso. Los bonaerenses se sonríen. ¿Como?, preguntan. ¿Con treinta diputados? ¿No hay 256? ¿No podríamos nosotros articular una mayoría con los legisladores que responden a gobernadores, a peronistas disidentes, al Pro, a partidos provinciales? Y entonces concluyen: "Los diputados camporistas entenderán rapidamente que el eje del poder ya cambió de lugar. Así es la vida. Si quieren más influencia, tendrán que ganar elecciones en algún lado. Con Usuhaia no alcanza".


En cualquier caso, para entender el proceso que se ha abierto en el Justicialismo, tal vez convenga releer Secreto..., la biografía de Daniel Scioli. Allí dice: "Las relaciones entre Scioli y Macri fueron de tenor personal y perduraron a través del tiempo. Macri, por ejemplo, fue una de las personas a las que consultó Scioli antes de lanzarse a la política". El libro cuenta que otro de los consultados fue Francisco De Narváez y que una de las primeras caminatas de Scioli como candidato a diputado en 1997 fue en Villa Lugano: concurrió acompañado nada menos que por el humorista Miguel del Sel.


"En el jet set criollo, Scioli se cruzaba con Mauricio Macri, a quien conocía porque sus padres, además de tener un parecido físico notable, habían edificado su amistad, en función de tratarse e interactuar como representantes, de distinta dimensión, del empresariado nacional. Daniel y Mauricio Macri se veían en eventos y fiestas. Pero quien los convirtió en amigos y alimentó esa relación cuando Macri tenía veintidos años y Scioli veinticuatro fue el playboy criollo Adolfo Donati, un personaje de la noche porteña que fue pareja de Nacha Guevara y de Bettina Menditeguy, hermana de Isabel, luego esposa de Macri". Scioli era por entonces corredor off shore y Macri empresario de Sevel. Se cruzaban en compromisos sociales y en los veraneos en Punta del Este. "Los planetas de una misma galaxia se seguirían cruzando. Rabolini modelaba con Patricia Fraccione, cuñada de Juliana Awada, que se convertiría en la esposa de Macri. La ex pareja de Awada, Bruno Barbier, era conocido de Karina. Y un ex novio de ella, el multimillonario Matteo de Nora, había sido su asesor y amigo personal".


La década ganada terminará encumbrando a este hombre tan curioso o a su amigo de toda la vida, Mauricio Macri, al que valora tanto. Quizá esa relación entre ambos -el que gane y el que salga segundo- termine siendo más trascendente pra el poder que emerge, que el vínculo repleto de sospechas y conflictos, que siempre existió entre ambos y el poder que empieza a retirarse.

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