LIBRO DE AUTOR - gustavo noriega

Noriega: "Los grupos revolucionarios llegaron a los DD.HH. por necesidad"

El periodista Gustavo Noriega acaba de publicar Diccionario crítico de los años 70, en el que revisa y discute 100 términos vinculados con la década más violenta de la historia argentina. En una entrevista con a 3Días, da su postura sobre temas que, pese a que ya forman parte de los libros de historia, parecen estar atravesados por "la grieta".

Diccionario crítico de los años 70, así se llama el último libro publicado por el periodista Gustavo Noriega. Eligió hacerlo con ese formato por una sencilla razón: "Me ordenaba aleatoriamente las entradas, no forzaba una causalidad de episodios, sino que iban apareciendo. Y como la idea fuerte era incluir episodios protagonizados por la guerrilla y por la dictadura, además de la Triple A y todos los grupos violentos que hubo, me servía", dice. ¿Y lo de "crítico"? "Porque no era una recopilación de lecturas aséptica, sino porque había una mirada, un punto de vista político bastante fuerte que quería que emerja", responde. Y así lo hace a lo largo de los 100 conceptos que elige que van desde "Born" o "ERP" hasta "ESMA" o "Tortura".

Para el conductor de Radio Ciudad, su libro "desafía ese sentido común impuesto en los últimos años". Ese sentido común al que denomina como "muy autoritario", y que, según considera, no hizo más que reprimir "muchas palabras, conversaciones e ideas".

En una entrevista con 3Días, Noriega opina sobre la postura de Macri frente a los 70; sobre la necesidad de reconocer a las víctimas "marginadas" de la guerrilla, además de dar su visión sobre el debate en torno a la cifra "30.000", entre otros temas.

 

 

¿Por qué, en general, no se cuestiona el accionar de las agrupaciones armadas?

-El conocimiento de lo que hizo la dictadura fue, para el grueso de la sociedad, de golpe. En 1983, la guerrilla estaba muy desprestigiada y era vista más o menos como un enemigo "tan demoníaco", para usar esa síntesis, como la dictadura. Cuando se conoció en profundidad, gracias al Nunca más y al Juicio a las Juntas, lo que había sido la dictadura, opacó lo otro. Y con el tiempo fue extremándose esa idea solo con la dictadura, mientras que los guerrilleros fueron idealizados. Y, en particular, en los últimos años del kirchnerismo, hubo una idealización adrede, con uso político.

¿Para qué les sirvió idealizarlas?

-Fue parte de comprar capital político. Kirchner arrancó con muchísima debilidad e inmediatamente se puso a disposición de las Madres, se reabrieron los juicios; había una intención de capitalizar políticamente. Rodríguez Saá había hecho lo mismo después del giro a la derecha de Menem, con los indultos y demás. Los peronistas huelen qué hay que hacer en cada momento; Rodríguez Saá lo hizo, pero no cuajó, porque no cuajó su gobierno, y Kirchner hizo lo mismo. Y le dio un capital enorme en términos de juventud. Se creó una mística, una épica que él, en su historia personal, no tenía, pero la compró hecha.

¿Y cómo lograron esa idealización?

-Aprovecharon una buena cantidad de ignorancia de los jóvenes y explotaron lo que llamo el "heroísmo retroactivo", tanto los kirchneristas más conducentes como la juventud, tenían la posibilidad de sentirse héroes sin ningún costo. La famosa bajada del cuadro no tenía ningún riesgo, como se puso Alfonsín o los que integraron la Conadep. Entonces, era muy tentador; puro capital.

¿Qué se entendía en aquellos años por "derechos humanos"?

-No era una palabra clave en la conversación pública, nadie la invocaba. No era un valor buscado. Había grupos muy marginados que podían reivindicarlos. En el libro digo -no es nada original-, que son un invento liberal que selló fuerte tras la Segunda Guerra Mundial, pero que no tenía nada que ver ni con la guerrilla revolucionaria ni con los militares golpistas. Ninguno creía en el Estado de Derecho ni en los Derechos Humanos. Los grupos revolucionarios llegaron a los Derechos Humanos por necesidad, no por convicción. Era la forma de reivindicar que no los mataran, no los torturaran, ni desaparecieran sus cuerpos.

¿Importa el debate sobre si fueron 30.000 los desaparecidos?

-Me parece que la cantidad final, en términos políticos y morales, es irrelevante. O sea, la base del cálculo está alrededor de 10.000 desaparecidos, con eso me parece que basta para juzgar política y moralmente lo que fue la dictadura. Después, es un tema de historiadores precisar exactamente qué pasó. Pero lo que me parece más significativo es que se trate de imponer un número. Porque la idea es justamente que se hable dentro de un determinado corset, con palabras y conceptos prohibidos, con figuras incuestionables. Entonces los 30.000 juegan dentro de eso, el que no dice "30.000" -no importa cuántos fueron- está fuera de las palabras permitidas.

¿Por qué los kircheneristas no hablan de "dictadura militar" sino "cívico militar"?

-El kirchnerismo tuvo una especie de furia nominativa, de ponerle el nombre que le convenía a las cosas. En el caso de cómo nombrar a la dictadura, el objetivo siempre fue que sus enemigos sean asociados con la dictadura de manera que estén en el mando de "los malos" y se los asocie con eso. La operación es muy clara con Clarín y Papel Prensa y los hijos de Ernestina. Al decir "cívico-militar" tratan de meter dentro del mal indiscutible a quienes eran sus enemigos políticos, como Clarín o eventualmente la Iglesia. O sea, cada vez que tenían un enemigo nuevo, lo agregaban al nombre; después era "dictadura-cívico-clérigo-militar", y así.

¿Cómo ves que se para el Gobierno actual frente a estos temas?

-Hay que decir que los radicales tienen una tradición muy fuerte, porque fueron los que más hicieron por los Derechos Humanos, pero el PRO, en particular, y Macri, no tienen ningún interés en la década del 70. Lo que más quieren es que no les genere problemas, y eso se ve en la acción del secretario de Derechos Humanos, Avruj. Entonces, no tiene una actitud proactiva con respecto a que las víctimas de la guerrilla tengan una voz en la conversación pública, que es una cosa que creo que hay que hacer, sino que, básicamente, no quiere que le generen problemas. Si Lopérfido dice una cosa polémica, Lopérfido afuera; si las víctimas de la guerrilla le piden algo y Carlotto protesta, no les dan bola. Es un tema con el que Macri no está familiarizado, no le interesa. No es porque reivindique la dictadura, no tiene nada que ver con eso, tiene un proyecto hacia futuro y lo que menos quiere es meterse en quilombos gratuitamente. Así y todo, su famosa respuesta "no tengo idea" sobre el número de desaparecidos me parece muy refrescante; al desconocer todo sobre la discusión sobre los 70, no sabe qué se puede decir y qué no. Decir "no tengo la menor" es la respuesta correcta. No sabemos cuántos fueron, entonces, un ingeniero, que está presidiendo el país, ponerse a decir "fueron 23.518" es absurdo. Como es ingeniero dice: "No, ese dato no lo tengo". Y, más allá de la falta de sensibilidad al decirlo, hay una frescura.

Decís que hay que darle voz a las víctimas de la guerrilla. ¿Por qué?

-Es fundamental, porque son las únicas que están marginadas de la conversación pública, son víctimas vergonzantes, como si por ser víctimas de la acción de la guerrilla, "algo habrán hecho". Es el "algo habrán hecho" a la inversa. Como "algún contacto con los represores habrán tenido". Es la deuda que tiene en este momento la sociedad. En el libro hago como una especulación entre las víctimas de la dictadura y las de la guerrilla, y digo que las de la dictadura tienen la imposibilidad de cerrar el duelo porque no saben en qué circunstancia ni dónde está el cuerpo de sus seres queridos, pero tienen el acompañamiento de la sociedad y del Estado. Por el contrario, las víctimas de la guerrilla saben cómo y por quiénes murieron sus seres queridos, pero no tienen el acompañamiento de la sociedad y del Estado. Entonces, ahí me parece que hay que cerrar esa cosa incompleta.

¿Es posible la reconciliación entre los que empuñaron las armas en los 70?

-No, y no son muchas personas tampoco, no tiene mucha importancia y en general están orgullosas de haber tirado tiros. Es gente muy desagradable. Para mí, la única conversión posible es entre las víctimas. Las de la dictadura tienen que entender que las víctimas de la guerrilla no tienen nada que ver con los represores. En muchos casos, las víctimas de la guerrilla fueron realizadas antes del golpe de Estado, como los colimbas de Formosa, bajo el gobierno de Isabel Perón, con lo cual, no tienen ninguna relación con la dictadura, así que esa me parece que es la gran conversación inconclusa de la Argentina.

Robo accidental

"Tengo una idea: hacer un diccionario de los 70", le dijo a Gustavo Noriega hace unos años un amigo y redactor de la revista de cine El Amante -fundada por el propio Noriega-, pero la propuesta quedó en la nada.

"De repente, esa idea me apareció como propia", cuenta tiempo más tarde el autor de Diccionario crítico de los años 70. Entre risas, pero pidiendo disculpas, termina la anécdota confesando: "Le robé una idea".

Pero de ese pasado en común en El Amante quedó una huella: Noriega, además de repasar 100 conceptos de la década más violenta de la historia argentina, se encarga de recomendar películas y textos, para quienes quieran entender un poco más.

Temas relacionados
Noticias de tu interés