Arte en verde

En línea con la tendencia mundial, la sustentabilidad encuentra en los artistas argentinos una poderosa plataforma para concientizar a la sociedad. Pintores, cineasteas, escultores y diseñadores se unen para demostrar que el cuidado del medioambiente también puede ser un arte.

Ya no basta con el gesto de separar de la basura el material que puede reciclarse del que no. Cada vez son más las personas que están tomando conciencia de lo que significa involucrarse en causas medioambientales. Y los artistas no son la excepción. Ya sea desde el cine, desde el arte plástico o simplemente relacionando el diseño con la sustentabilidad, creadores argentinos provenientes de diferentes géneros se unen para demostrar que el cuidado del planeta también puede convertirse en arte.
La historia de Nicolás Alligator como artista sustentable comenzó casi por casualidad . Un día un amigo le regaló una soldadora vieja, que primero tiró en el fondo de su casa en el barrio de Belgrano, y salió a caminar. Al tiempo, le llamaron la atención los pedazos de metal que la gente dejaba tirados al borde de la vereda y los empezó a acumular, hasta que se convirtieron en una montaña. "Algo tenía que hacer con todo eso", cuenta el artista, convertido hoy un referente sustentable en el ambiente artístico local.
Entonces, de esa forma experimental, comenzó a unir diferentes metales y crear personajes de manera autodidacta. El primero fue una hormiga de un poco menos de un metro; el segundo, un hombre de más de dos metros de altura al que denominó Joe Cooker (que se traduce "cocinero") por tener sus manos hechas con dos hornallas de cocina. Desde ese momento, no paró de crear y llegó a llegó a hacer 60 piezas en menos de seis meses. "Después fui aprendiendo qué material era mejor y qué podía servir. Algunas esculturas las hago con ménsulas de estantes que tiran los locales, herraduras o todo aquello que encuentre o que mis amigos me avisan que está tirado en la calle", dice el artista. De pronto, el metal se convirtió en su elemento clave. "Como me quedé sin lugar, me prestaron un galpón en Palermo y realicé mi primera muestra", relata. Con el cambio de escenario, también llegaron los primeros compradores... y la competencia. "Al principio era fácil encontrar cualquier material. Después, cuando comenzó a haber más cartoneros, les cambiaba el cobre por metal antiguo o cualquiera que fuera llamativo por lo que ellos recolectaran. Luego, ya venían a mi taller y me decían: esto puede ser una cabeza para tu escultura o un brazo", relata Alligator. Y agrega, respecto a una tendencia que se consolida: "A la gente le encanta saber que las obras son de material reciclado. Incluso, un turista se llevó un caballo de dos metros a Holanda y me escribió para contarme que, para entrar en el avión, lo tuvo que cortar al medio y, al llegar, lo llevó a un taller para soldarlos otra vez", narra.
Es que, si bien la idea de arte sustentable o arte ambiental florece por estos días en las principales galerías del mundo -solo basta ver su presencia en mega ferias como Art Basel o las bienales de Berlín o San Pablo- lo cierto es que, para encontrar el origen de este concepto, hay que remontarse a los años 60 y 70. Fue de la mano de emergentes artistas conceptuales, embanderados con ideas ecológicas, pacifistas y de justicia social que esta corriente se consolidó en los círculos europeos y de la costa oeste de los Estados Unidos. Con el tiempo, las pinturas con mensajes concientizadores, las instalaciones denunciando ataques al medioambiente y las esculturas a base de materiales reciclados salieron del underground para consolidarse en el mercado del arte local e internacional.ReivindicaciónOtro de los artistas -y diseñador industrial egresado de la Universidad de la Plata- es Alejandro Sarmiento, que se ganó el apodo de "Carro" desde los tiempos de la escuela secundaria por su afición a recoger cosas de la calle. "Siempre estaba buscando elementos que me pudieran servir para crear algo. La idea era que sea un objeto útil, hecho con material reciclado", cuenta sobre su filosofía de trabajo este escultor de 57 años.
"Acá algunos me conocen. Pero lo curioso es que tengo más reconocimiento afuera del país", dice, y narra que, gracias a sus obras, viajó a Japón, los Estados Unidos, Chile y España, donde brindó conferencias en las que contaba el uso del PET, material que lo llevó a ganarse un premio Konex en 2012. "El premio me reivindicó en el país. Hacía años que mis proyectos estaban expuestos en otros mercados. Habían salido en revistas europeas; mis diseños son parte de libros en Inglaterra y mi forma de diseñar se muestra en universidades ibéricas, pero nunca me habían reconocido en la Argentina", se lamenta.
Su proyecto Pet consiste en el reciclado y reutilización de botellas de plástico con el fin de darle un uso diferente, como una luminaria denominada Invasura Pet, realizada con cintas cortadas de material reciclado; o Pet Bol, una esfera hecha con fondos de botellas de gaseosa, que es un módulo capaz de vincularse con otros, y generar cerramientos y superficies con doble curvatura. O también un mueble denominado Edison de la Sierra, que es un armario sin puertas, hecho totalmente con plástico reciclado y tiene estantes elásticos a los que se accede atravesando tiras de colores elaboradas con Pet. "También uso cartón reciclado para hacer muebles o red de tapas de vinos, de esas que se usan para embalar cosas, y las transformo en otro producto", cuenta Sarmiento, y amplía que una de las particularidades del Pet es que es un material que posee gran capacidad de termofusión. A la hora de trabajarlo, tuvo que diseñar su propia herramienta que le permite cortar el material en tiras. "Lo transformé en una nueva materia prima. Antes, iba directamente al basural o sólo lo reciclaban", asegura.
Sarmiento recuerda que su acercamiento con lo ecológico viene desde su infancia, en la localidad bonaerense de General Villegas. Afirma que en el mundo rural hay una necesidad de aprovechar todos los recursos, ya sea por estar alejado de la ciudad o, simplemente, porque no se consiguen ciertos materiales. "Un factor determinante es que el reciclado es gratis. Sólo hay que tomarse el tiempo para juntarlo, con la seguridad de que la materia prima nunca se va a terminar", insiste el artista sobre su trabajo diario.Ficción verdeEl cuidado medioambiental también es una preocupación que llegó al cine. Y una clara muestra de esto es el Green Festival. Cultura en Armonía con el Planeta que ya se ganó un lugar en el calendario anual de encuentros culturales en Buenos Aires.
El ciclo internacional, que ya va por su quinta edición, presenta películas bajo la consigna principal de que en su trama se toquen temas medioambientales. "La selección de films abarca diferentes géneros, como documental, ficción y animación para lograr llegar a un amplio espectro de público, cuenta Alejandra Cordes, organizadora y fundadora de Green Fest, que acaba de programar un ciclo de películas sustentables en Meliquina, a pocos kilómetros de San Martín de los Andes. Y continúa: Abordamos ejes como energías renovables, consumo responsable, cambio climático, conservacionismo, acciones de reciclaje, y experiencias y filosofías de vida de personalidades comprometidas con la temática ambiental.
Un ejemplo de su programación reciente es Watermark, un film canadiense que cuenta el tema de la escasez del agua y que ganó el Rogers Best Canadian Film Award en la edición 2013 de la Toronto Film Critic Association, con un premio de u$s 100.000. O Population, de Austria, que narra una historia de la sobrepoblación y sus recursos en el mundo; o bien Terra Blight, sobre los desechos tecnológicos.
El festival comenzó de la mano de la productora cultural Green Tara. "Surgió cuando a mi marido, que es distribuidor de cine, le ofrecieron los derechos de la película Home y, como él se dedicaba a temas comerciales, me lo pasó a mí. Nos dimos cuenta de que no había espacio para este tipo de películas en las salas del país. Fue un desafío organizarlo", cuenta Cordes. Además, dice que la mayor dificultad fue encontrar salas, pero que el público siempre responde con su concurrencia. "La gente busca que estos temas se toquen en el cine y nosotros tratamos de no contar sólo las historias previsibles de contaminación, sino temas actuales, como la asura tecnológica", explica. Y añade: "Los espectadores se involucran cada vez más en este tipo de cine porque tienen más conciencia de la importancia de cuidar el ambiente".
Con la creciente oferta de arte sustentable, coinciden los expertos consultados, se produjo un crecimiento de las empresas que se quieren involucrar en causas medioambientales. "Hay dos públicos: uno que ya está sensibilizado y que consume esta temática para seguir informándose; y otro que jamás se acercó a la temática, pero a los que las películas les despiertan el interés. Apuntamos mucho a que los chicos se interesen desde la escuela", describe Cordes.
El año pasado se vieron diez films de todas partes del mundo, además de cortometrajes hechos en la Argentina. "Afuera del país se producen muchísimas películas de todas las temáticas. En cambio, en la Argentina, a la gente le interesa ver historias relacionados con el reciclaje de basura, pero siempre tratamos de que las películas no te dejen un drama o una sensación de echarle la culpa a alguien determinado, sino el sentimiento de que es posible generar un cambio", afirma.
Además, durante el festival, distintos cineastas argentinos presentan cortos. Uno de los jurados de la última edición fue la actriz Mónica Antonópulos. "Cuando me ofrecieron ser jurado, no lo dudé, siempre me interesó formar parte de este festival", cuenta la actriz, quien con la llegada de su primer hijo, tomó más conciencia pensando en la clase de educación que le quería brindar. "Es una lucha de todos. Necesitamos seguir creyendo y soñando que se puede cambiar la forma en que tratamos al planeta", concluye la actriz.
Mientras los líderes mundiales se ponen de acuerdo para controlar el deterioro del planeta, los artistas ya pusieron manos a la obra.
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