Los dólares vendrían: ¿con dólar bajo o alto?

La economía, en esencia, está encallada en una dura escasez de divisas para funcionar: hay restricción externa. Fruto del giro de enfoque macroeconómico pegado en 2010, al sustituir definitivamente la matriz neodesarrollista popular, afín al cambio competitivo, por otra de cuño más populista, ligada con el hipodólar (real).


Algunas autoridades disparan ahora contra la devaluación -por más que se viene devaluando sistemáticamente desde hace tiempo; claro, por contexto y políticas, sin mejora de la paridad real, sino al revés-, y la oponen al mercado interno. No obstante, el modelo de 2003-07 de tipo de cambio alto, venido de la macrodevaluación de 2002, calzó mercado interno y exportaciones, generando un fuerte crecimiento sostenible (luego, perdido), ahíto en divisas y reservas.


Hoy se da a la inversa. Y las fallas endógenas coluden con los bemoles exógenos del ciclo mundial, lo que nos expone mucho. Asúmase que el esquema transitorio pensado para 2015 -que bautizamos Plan Verano-, vía resortes de oportunidad, en algo mejoró el fondeo externo circunstancial, y perfila cierto repunte económico. Pero, los expedientes en juego son ocasionales, exentos de sostenibilidad propia más allá de 2015. Actuales tensiones y decisiones exigidas, así lo reflejan. Por ende, aun con el plan llegado a puerto, las nuevas autoridades verán desnudo el gran reto de una macroeconomía viciada, con la urgida necesidad de dólares. Aquí talla la pregunta: ¿los dólares afluirán (en hipótesis) siendo el valor -real- interno del dólar, bajo o alto?.


Descartada la continuidad del Plan Verano, una opción es la gradualista. Con su ventaja inmediata, en especial política, de no estresar al inicio con ajustes de subido alcance: la visual homeopática. El problema es el choque entre esas poses módicas y los crudos desvíos macro, siendo el del valor real del dólar -rudo retraso-, central.
El gradualismo, como pauta, internaliza ese retraso en lo básico -quizás, con un toque en la materia-, y resalta algún tipo de devaluación fiscal (lo fiscal banca a lo cambiario, y no al revés). Aquella pauta, en rigor, es precondición de la estrategia.


Pese al bajo poder de compra del dólar, afluirán los capitales. ¿Cómo? El quid sería montar una imagen de ordenacionismo cool (ajustes dosificados-selectivos en lo fiscal, monetario, y en el tema ingresos), que inspiraría una convicción suficiente -aun con el hipodólar y la magra competitividad- para inducir el neofinanciamiento externo. El cual, visto en perenne reciclaje, permitiría a debido tiempo cesar la dupla cepo-trabas, y reproducir el esquema global. El buscar atraer dólares, con un valor chato de la divisa, hace recordar un poco el enfoque de la convertibilidad bajo De la Rúa en la primera fase.


La otra opción: el shock, juzga que el cese del cepo con prontitud, y los agentes -con su liquidez en pesos a mano-tanteando en el mercado libre único de cambios, son relevantes para sincerar un valor más realista del dólar -en poder de compra interno-, algo clave para que entren dólares. Por cierto, en las condiciones vigentes, cabría un overshooting o sobrerreacción del mercado, hasta hallar un valor más estabilizado.


Hay una flotación cambiaria mediante, con fórmulas diversas. Como la libre -pura de mercado, por imperio fáctico o decisión-, con el riesgo de una ultra sobrerreacción, con su lastre. O una intervenida -con más manejo-, con algún fondeo estabilizatorio al escasear las reservas y un marco muy riguroso en cuanto a políticas de ingresos, fiscal y monetaria. En ésta, actuando sobre el exceso de liquidez en pesos en su propia fuente. En rigor, los dólares afluyen cuando el valor del cambio atisba apreciarse, pero, desde un nivel alto. A partir de allí, algunos dejarán avanzar la apreciación, y otros harán que el Banco Central compre las divisas entrantes.


Las opciones básicas (aun con posibles grises), son claras. Influyen al respecto muchos factores. El estelar: cómo evaluar en el tiempo costes y beneficios.

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