Errores en política fiscal aumentan la crisis

En general, la función de los impuestos y el gasto en los ciclos económicos sin complicaciones es no interceder y dejar que la política monetaria actúe. Los bancos centrales, cuyos instrumentos están más afinados que los utilizados en los ministerios de Finanzas, tradicionalmente son los que conducen la economía.
Pero estos no son tiempos comunes. En el mundo avanzado, el crecimiento débil y la amenaza de inflación puso al límite la política monetaria. Y en muchas economías emergentes, cinco años de ingresos de capitales y alzas en los precios de los commodities, que ahora se están revirtiendo, dejaron inflación y déficits externos extremadamente elevados.
En tales circunstancias, la política fiscal tiene una importante función contracíclica.En algunas economías avanzadas, las políticas son ajustadas donde deberían ser blandas. En algunos mercados emergentes, es blanda donde debería ser ajustada. En ambos casos, cayó demasiado peso sobre los bancos centrales que tomaron medidas extraordinarias para brindar normalidad económica.
Dentro del mundo rico, Estados Unidos hace poco salió del QE3, la tercera ronda de estímulo monetario. Quizás no habría llegado tan lejos, si la política fiscal _expansiva inmediatamente después de la crisis_ no se hubiese encontrando con el serio malfuncionamiento del Congreso con peleas sobre el techo de la deuda y el abismo fiscal. Brookings Institution estimó que entre 2011 y 2013 la política fiscal restó casi un punto porcentual al crecimiento anual de PBI de EE.UU.
El equivalente de hoy es la eurozona, donde el Banco Central Europeo tiene que enfrentar la oleada de contracción impuesta por las normas presupuestarias de la UE. El show de determinación que ofreció Mario Draghi la semana pasada para impulsar las compras de activos es admirable. Pero la tarea del jefe del BCE es mucho más complicada debido a la desatinada decisión de Alemania de eliminar su déficit fiscal el año próximo pese a que su economía y la de la eurozona piden a gritos inversiones.
Japón, si bien su posición es mucho menos clara, debe conducirse con cuidado. El Banco de Japón hace bien en expandir su propia versión del QE. Ahora Shinzo Abe debe evaluar si aplicar un segundo aumento del impuesto al consumo el año próximo.
Por el contrario, varios mercados emergentes, especialmente Brasil y Turquía, tienen problemas opuestos. El derroche fiscal pasado y las rigideces estructurales crearon grandes déficits comercial y presupuestario, además de inflación alta. La sobrevaluación del real brasileño entre 2011 y 2013 se debe más a una política monetaria ajustada combinada con una política fiscal blanda que a una guerra global de monedas.
Mientras la política fiscal siga blanda, los bancos centrales de Brasil y Turquía deben resistir la presión política y subir las tasas de interés para controlar la inflación. Eso probablemente debilite sus economías. Eso es lamentable pero no se puede evitar. El error no es de ellos sino de los gobiernos populistas que compraron apoyo político con dinero prestado. Los gobiernos deben comprender que las políticas fiscales importan para el crecimiento y la inflación no sólo a corto plazo.

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