Uruguay no se pone de acuerdo por los ex presos de Guantánamo

Si el Estado uruguayo les pierde la pista a los ex presos de la cárcel de Guantánamo no estaría siguiendo la lógica de las normas de seguridad antiterrorista

"¡El Pepe, el Pepe", gritan los ex presos de Guantánamo cada vez que ven por TV al presidente Mujica. La medida del gobierno remite primero a la idea de solidaridad con gente que sufrió cárcel y tortura, como sufrieron los tupamaros, entre ellos algunos que participaron de un operativo reservado al extremo para traer a los cuatro sirios, un tunecino y un palestino.
Solidaridad en realidad para algunos, ya que una encuesta mostró que el 58% de los uruguayos no está de acuerdo con la medida. La encuesta puede estar mal, sí, pero es un hecho que sectores importantes no querían esto. ¿Y por qué? Miedo. Estados Unidos necesita sacarse de encima a estos presos que le cuestan u$s 3 millones al año por cada uno (más de u$s 400 millones en total) y cuyo pasado de presunta peligrosidad se ha perdido en miles de millones de bits de información que recopiló en su guerra contra el terrorismo.
No fue claro el gobierno de Obama. En una carta dirigida a Mujica dijo que estos seis hombres no habían participado en ninguna actividad vinculada al terrorismo. Pero desde el Departamento de Estado hubo señales en el sentido de que algunos pueden representar un peligro.
En sus prontuarios hay acusaciones de todo tipo, algunas vagas, otras no tanto, como la de Muhammad Tahamatan, nacido en Cisjordania, quien, según estos informes militares, fue detenido en casas de seguridad pertenecientes a Al Qaeda.
O sea, es altamente probable que alguno de ellos haya tenido algún contacto con el terrorismo. ¿Es ese un motivo que deba inquietar a los uruguayos? De 88 presos liberados por este sistema, 5 volvieron a actividades terroristas. Es apenas un 7%, pero no deja de ser una lotería que justo te toque el malo.
Por eso y por otras razones de seguridad nacional, es un hecho que durante su permanencia en Uruguay, los liberados no serán ciudadanos comunes. Los servicios de Inteligencia, los informales, que según las malas lenguas funcionan en las sombras de la periferia tupamara, los formales de la Policía e incluso de los militares no podrían por ley actuar en asuntos internos, pero en este mundillo a veces la ley tiene fronteras neblinosas. Y los militares no tienen mucho para hacer, o sea que tiempo tienen. Nadie nunca quizás lo reconozca públicamente, porque sino no sería Inteligencia. Todo sea por la suprema seguridad.

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