Es hora de repensar nuestras ciudades

La agenda del siglo XXI nos plantea una serie de desafíos, entre los que se destacan la necesidad de interpretar y dar una solución al cambio climático, la tarea de generar una matriz económica que distribuya de forma más equitativa los recursos, y el compromiso de adaptarnos a un mundo conformado por países con fronteras difusas e interrelaciones cada vez más complejas. No obstante, existe un debate que debería anteponerse al resto, en tanto nos involucra a todos por igual: la necesidad de repensar y redefinir la vitalidad de nuestras ciudades y con ello definir los espacios para el encuentro y vinculación con nuestros vecinos y visitantes.
El nuevo paradigma del urbanismo sitúa en un lugar estratégico a los seres humanos, para convertirlos en los verdaderos protagonistas del entramado urbano. Por un lado, porque propone que sean parte de la discusión y de las soluciones a través de la participación en la creación; por otro lado, porque el diseño de las ciudades comienza a estar al servicio del hombre, en su condición de peatón y ciudadano. Ya no se trazan planos con el foco puesto en las calles, rutas y sus velocidades de tránsito, sino que se prioriza el cuidado del medio ambiente y el bienestar de las personas, construyendo a partir de esta idea ciudades caminables.
Este innovador arquetipo para el desarrollo de las ciudades requiere del compromiso de sus habitantes a la hora de plantear inquietudes y al momento de llevar adelante las transformaciones, la mayoría de ellas a través de cambios simples, de acupuntura urbana, como propone el especializado estudio Gehl Architects, que consiste en pequeñas intervenciones en lugares de gran afluencia de público. Son ciudades de la gente y para la gente, pensadas por sus propios habitantes.
Plantea, además, apostar a la mejora del espacio público como motor de desarrollo y como impulsor de la integración de los habitantes de las ciudades. Es en ese espacio público donde las familias, los amigos y los vecinos se encuentran para conversar e intercambiar ideas, una dinámica que los convierte en usinas de creación.
En Tigre hemos puesto en marcha esta nueva forma de pensar la ciudad y ya comenzamos a ver los resultados. Nuestro plan de gobierno estratégico plantea alcanzar el máximo indicador deseable de espacios verdes según la OMS (15 metros cuadrados por habitante). Al mismo tiempo, generamos espacios de intercambio de ideas con vecinos y especialistas que dieron como resultado proyectos de pequeñas intervenciones que ya se están convirtiendo en realidad. Cuando en el año 2030 superemos el medio millón de habitantes (ahora somos 400 mil), deberemos tener una ciudad más sana y una comunidad más cohesionada.
El nuevo urbanismo nos está enseñando un camino diferente y una forma superadora de gobernar, que prioriza al diálogo como herramienta para mejorar la convivencia y sitúa a los ciudadanos como los verdaderos electores del modo en que quieren vivir. Una manera de establecer políticas públicas para avanzar hacia ciudades más saludables, donde el rol del espacio público en el desarrollo urbano juega un papel central.
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