Entrevista

La historia del argentino que lideró la misión para buscar vida en Marte

 La misión costó US$ 2500 millones y espera durar 10 años.





Según Miguel San Martín, el campo de Villa Regina (Río Negro) era el lugar ideal para sus interminables lecturas de la revista “Popular mechanics”. Del pueblo, le habían traído una nueva edición, que incluía novedades del momento como triciclos a motor, controles remotos y casas del futuro. Pero él se detuvo en una página con esta noticia: la NASA aterrizaría dos estaciones científicas en Marte, con el fin de descubrir si había vida. Fascinado, la noche del aterrizaje encendió la radio de onda corta y sintonizó la BBC de Londres, que, en un entrecortado inglés transmitía la misión, pero, después, suspendió su emisión.


Miguel San Martín festejando la llegada del Curiosity a Marte. Crédito: Bloomberg.

Aunque lo carcomía la incertidumbre, esperó al otro día para ir al pueblo y comprar el diario Río Negro, en cuya tapa estaba la foto del Viking, en Marte. “Después de leer la noticia, me convencí de que quería vivir ese momento de suspenso, de triunfo, fracaso o descubrimiento. Me enteré del Jet Propulsion Laboratory de la NASA y puse mi mira en ese lugar”, recuerda. Seis años después (tenía 12), viajó a los Estados Unidos para estudiar ingeniería Electrónica. Hizo un master en ingeniería Aeronáutica y Astronáutica en el MIT.

El sueño se haría realidad y San Martín sería contratado por la NASA en el Jet Propulsion Laboratory, en donde comenzó a vivir sus primeros siete minutos de terror. “En ese tiempo, la nave tiene que pasar de 20.000 kilómetros por hora a cero para aterrizar. Además, como las condiciones son diferentes, no se puede practicar en la Tierra. Todo se hace por primera y única vez”, explica San Martin, quien tuvo su bautismo de fuego con la nave Mars Pathfinder, en 1996. Luego, vendrían el Spirit y Oportunity, vehículos robóticos que, como aquel, utilizaban bolsas de aire para su aterrizaje. “En estas expediciones, se encontraron en Marte todos los elementos básicos para la vida, incluida el agua. Pero no descubrieron compuestos orgánicos. Eran un preámbulo para esta misión”, agrega.

El propósito del Curiosity no es menor: descubrir si, en Marte, hubo vida. Sus números tampoco lo fueron: costó US$ 2500 millones, pesa una tonelada y es cinco veces más grande que las anteriores naves. “Debimos mejorar la navegación para acceder a lugares de mayor interés científico. Inventamos un nuevo sistema de descenso para posar la nave”, explica San Martín. Su nombre es SkyCrane y fue ideado por el científico junto a su equipo, quienes trabajaron en él durante ocho años. Incluyó la cápsula más espaciosa utilizada en una investigación y un paracaídas supersónico de 50 metros, el más grande hasta el momento.

 

El 5 de agosto de 2012, a las 13.17, comenzaron los últimos siete minutos de terror que San Martín vivió hasta hoy. Antes del aterrizaje, sentado frente a su monitor, desenvolvió un papel amarillo escrito con una frase de Theodore Roosevelt, ex presidente de los Estados Unidos: “El mérito es de la persona que, en el mejor de los casos, conoce el triunfo de un gran logro y, en el peor, si falla, al menos falla intentando algo grandioso”. El reloj marcó los siete minutos. El Curiosity ya había tocado Marte, donde, desde hace dos años, busca vida.

La edición original de este artículo fue publicado en la edición 246 de la revista Apertura.

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